lunes, 22 de julio de 2019

Violaciones, miedo e indignación

Hoy he sentido miedo. Miedo a que me atacasen. Miedo a que llegase mi hora. Miedo a convertirme en otra víctima de violación. Y lo más triste es que no es la primera vez que esto ocurre, ni será la última. Y es que en España, en 2018 se denunció una violación cada cinco horas. ¿Así quién va a estar tranquila?


No puedo caminar tranquila, paseando a mi perra, por un camino de tierra. Sin nadie alrededor. No puedo evitar que se me acelere el corazón cuando pasa un coche por mi lado. Ese pensamiento: "Que no se detenga. Que no frene." Arya, media vuelta. Tú me protegerías, ¿verdad? Sé que sí, amiga perruna. Habrá gente que piense que soy una exagerada, que esas cosas no ocurren tan a menudo, los famosos casos aislados. Bueno, teniendo en cuenta que en 2018 en España se produjeron 1.702 delitos de violación, creo que podemos estar un poco (bastante) angustiadas.

Imagen relacionadaEn un momento me vienen a la cabeza todas esas mujeres, que como yo, estaban haciendo uso del espacio público; haciendo su vida cuando de repente un mazazo las sacudió. Marcándolas, truncándolas, arrebatando un derecho que nos pertenece: el de poder caminar solas, tranquilas, con la seguridad de que nada ni nadie va a hacernos mal.

Y el miedo deja paso a la frustración, a la indignación y a la ira. Estoy enfadada. No me gusta tener que mirar por encima de mi hombro, apretar el paso, coger con fuerza las llaves o comprobar que tengo el móvil a mano. Porque nunca se sabe. Es tan injusto que las mujeres seamos, en la mayoría de los casos, víctimas de la violencia del heteropatriarcado. Se nos humilla, se nos agravia, se nos acosa, se nos viola, se nos mata. Y aún encima se nos revictimiza y se nos culpabiliza. El foco se centra en la víctima y no en el agresor, poniendo en tela de juicio la actitud de la víctima después de la agresión, cómo iba vestida durante o si iba ebria. Ni que eso importase.

La culpa la tiene el agresor, no la víctima. Pero claro, pobres hombres con la que tienen ya encima con estas feminazis. Porque eso de educar en el respeto hacia el cuerpo de la mujer no lo contemplamos. ¿No? Mejor seguir creando machirulos que se creen con el derecho de tocarte o lanzarte piropos aquerosos. Y es que tú, querida, eres de su propiedad y les debes sumisión. Me cago en todo el patriarcado.

Las mujeres no estamos a salvo. Y no lo estaremos hasta que la violencia machista no haya sido erradicada. ¿Tan difícil es conseguir la libertad? Eso es lo que queremos. Ser libres para caminar por las calles; a la hora que sea, vestidas como sea, borrachas o sobrias, solas o acompañadas, en solitario o en manada y que no se nos diga ni haga nada. Que nos trate como a iguales. Solo queremos tener la seguridad de llegar sanas y salvas a casa, sin necesidad de enviar un Whatsapp a nuestras amigas diciendo: "he llegado". No es tanto.
Resultado de imagen de consignas feministas
Sé que vosotras en un momento u otro habréis sentido lo mismo que yo. No estamos solas ni estamos locas, estamos hasta el coño. Esta nueva ola el feminismo nos está brindando momentos legendarios en los que todas unimos nuestras fuerzas, nos solidarizamos con nuestras hermanas víctimas de violencia de género, salimos a las calles, gritamos al unísono (aún con más fuerza por las que ya no pueden alzar su voz) y le hacemos frente al patriarcado. La revolución será feminista o no será.






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